Sunday, March 11, 2007

SOBRE UN VIGILANTE DE NUBES

Mi último libro de poesía HE OLVIDADO SU NOMBRE apareció recientemente publicado en la editorial Libros En Red.com, en formatos electrónico e impreso bajo demanda. El escritor colombiano John Junieles hace el prólogo al libro, el cual presento a ustedes:




SOBRE
UN VIGILANTE DE NUBES

Por: John J. Junieles


René Arrieta es uno de esos escritores que va por el mundo ejercitando lo que muchos han olvidado: el renovado asombro por nuestro viejo mundo. Uno de esos escritores que corren por las azoteas, calles y subterráneos de su cabeza, persiguiendo esas volátiles criaturas que son las palabras.

Arrieta logra bajar a la poesía de ese pedestal en donde la han exiliado algunas corrientes académicas, escritores y periodistas culturales; y la instala a nuestra altura humana, para que despierte nuestra mirada dormida. En otros poemas, por el contrario, los grandes sentimientos parecen exigir altas y elocuentes entonaciones, pero esa es también una condición de la naturaleza humana, como en aquella elegía de Miguel Hernández: "A las aladas almas de las rosas/ del almendro de nata te requiero,/ que tenemos que hablar de muchas cosas,/ compañero del alma, compañero."

Aquellos que hemos seguido su trabajo literario desde el período americano (Cartagena de Indias, Colombia), hallamos en estos nuevos versos españoles, la fuerza de aquellas preguntas necesarias que llamaron nuestra atención. Este nuevo libro se enraiza en dudas y certezas primordiales, en fantasmas memorables, en sueños perturbantes. Nada es gratuito aquí, en esta cosmogonía verbal, en la que todo responde a un orden, es decir, a una necesidad expresiva.





Simbolismo, metafísica, surrealidad, coloquialismo: son tantas las cosas que se nos vienen a la mente en la medida que lo leemos. Entonces viene Arrieta y nos recuerda que su pretensión es sólo dar testimonio de algunas parcelas del mundo, rostros abolidos y fugados del tiempo, que en sus líneas nos contagian de emoción y vitalidad. Cómo hacer una poesía que parezca un monólogo tribal, que al hablar de la pluma nos descubra el viento. Algunos de los poemas de este vigilante de nubes, de este señor del perpetuo asombro, responden a ese tipo de preguntas.

Las líneas de Arrieta son fisuras en la pared de nuestro conformismo. Grietas que vienen a romper la uniformidad del pensamiento, invitándonos a la simultaneidad de la percepción. Su alma tanguera se nos descubre, su mirada circense nos pinta el mundo de colores imprevistos, su corazón de petirrojo entre espinas nos hace amar la rama desde donde cantamos. Sus cicatrices, expuestas en algunos pasajes, le vienen bien, como la cruz a la espalda de aquel nazareno.

René Arrieta es un artista en la acepción más significativa: el que encuentra, el que halla, el que celebra, el que recuerda y atesora por todos nosotros. Y es también un buen ser humano, por cuanto comparte con sus lectores esas preguntas, que para algunos son las respuestas que necesitaban para seguir andando

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