Thursday, November 23, 2006

EPIFANÍA

EPIFANÍA



Desde la ventana veo los tejados de pizarra y el Puerto de Celeiro, y los días se suceden grises y brumosos, y pesan como el plomo. Las techumbres de negras pizarras superpuestas, coronando casas, chalets y edificios que a lo lejos, esparcidos, a la vista, parecen cuerpos escamados de inmensos monstruos marinos.

Hoy ha sido todo gris, todo gris. Hay días donde existen fluctuaciones sorprendentes. Ayer, el día amaneció dorado y luminoso; el viento zarandeaba la arboleda de eucaliptos; el reloj marcaba las tres de la tarde, y del Cantábrico llegaban las primeras nubes. Ya todo había cambiado. Ya todo era gris.

Hace días tuve la impresión de haber estado en el paraíso. Todo era verde y la luz estaba en todas partes. La brisa susurraba suavemente entre los eucaliptos, que danzaban alegres, y se oía a los pájaros entre el follaje o volando con sus cantos. Se veían caer unas menudas gotitas, que sentí como fugaz aspersión en la piel. Se percibía también el olor húmedo de la hierba. Yo bajaba por la Playa de Area, y el espectáculo que presencié era un regalo de los dioses. No lo podía creer, asombrado y feliz veía el nacimiento del arco iris en Insua de Area, y tan cerca, desnuda, esbelta, con su rizada cabellera, del corazón mismo del nácar de su concha marinera, Venus emergía de entre la espuma blanca que formaba una ola, que tenue retozaba entre pedruscos y arena. Al fondo, a la izquierda, una flotilla de barcazas y las gaviotas que surcaban el cielo. No he podido saber, si igual que yo, esos pescadores vieron a Venus tan cerca.

Cada vez que a mi memoria vienen esos vivos recuerdos, por unos instantes, recreo el éxtasis de aquella tarde. Los segundos, los minutos, las horas y los días pasan. Ahora, los fotogramas, las imágenes son de un leve sepia y un color gris. Poca, muy poca luz. Comienza a sentirse en el cuerpo, dentro, muy dentro, atisbos de un exilio interior.





Viveiro, Lugo, noviembre de 2006.

1 Comments:

At 4:37 AM, Blogger Sonia Betancort said...

reconozco en tus palabras que el cuerpo se llena o se vacía según se mire su exilio. el paisaje corona la mitad de una alegría que no se completa. tampoco se completa la tristeza a estas alturas de costumbre de estar lejos. dónde comienza a gestarse ese hueco de palabras que en la distancia no se pueden decir?, tendremos acaso fuerzas para ser lo dicho por el paiseje?

 

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