Sunday, January 07, 2007

LÍNEAS DE TINTA PARA UN RETRATO

Reproduzco en éste blog LÍNEAS DE TINTA PARA UN RETRATO, publicado originalmente en El Universal, de Cartagena de Indias, para rendir homenaje a la memoria de quien fue mi entrañable amigo y maestro.



LÍNEAS DE TINTA PARA UN RETRATO
Gustavo Ibarra Merlano: el poeta y el hombre.



Gustavo Ibarra Merlano es un amasijo de carne y hueso, con uno de los más fúlgidos resplandores.

En él, como en todo gran poeta, se encuentra un lugar muy especial para ese filón preciado de los creadores, como bien lo precisara Rainer María Rilke: la infancia. Ella, en su ser se ha prolongado hasta hoy: los árboles, las trinitarias, el intenso color de las mariposas, el color de la paredes. El patio.

Gustavo es una hermosa síntesis: cineasta, filósofo, teólogo, poeta, maestro y mago.

Ha sido profesor de cine. Ha reflexionado profundamente sobre el torbellino comunicacional que envuelve al hombre, y todo lo que refleja la sociedad a través del cine. Sus análisis sobre el fenómeno hipnoide y la estructura expectante en el hombre que ve cine, son muy agudos; y son muy lúcidos sus ensayos sobre Visconti, Fellini y Bergman.

Como conversador filósofo es irrefrenable. Su gran virtud y algunos lazos secretos, lo han convertido en teólogo del Caribe.

Es sin par, su ensayo La hermosura de la eucaristía. Lo asistió un blancor de hostia. Lo asistieron los dioses de las colinas áticas. Tan excelso debió ser su sobrecogimiento en los predios de Eleusis y del Epidauro. Un sobrecogimiento abundante como el de Henry Miller, frente a un universo de minotauros. Su inmersión en el mundo de los sabios ha sido tanta, que Parménides, Heráclito y Empédocles lo han hecho mago, mago de pensamiento, de palabra y de asombro.


Ibarra Merlano, el maestro, hizo parte en el Universal de Cartagena, en 1948, de una de las élites intelectuales más importantes del país: Gabriel García Márquez, Héctor Rojas Herazo, Clemente Manuel Zabala y los hermanos Ramiro y Oscar De La Espriella. Ellos, a través de sus columnas, abordaron con profundidad los temas más disímiles, arte, literatura, cotidianidad, folclor, política, entre otros. También se dedicaron a promover los valores de la cultura regional.

Hasta los últimos días de Artel, Gustavo mantuvo una entrañable amistad con el bardo de los Tambores en la noche, a quien quiso mucho y admiró y siempre fue referencia recordada en sus conversaciones.

Sus libros constituyen un aquilatado legado para la cultura nuestra. Hojas de tarja, Ordalías, Los días navegados, Lápida, sus obras, son celebración y pesar, son mar y puro Dios

Con Gregorio Castañeda Aragón y Gustavo Ibarra Merlano, se instaura en Colombia una febricitante poética sobre el mar. Ibarra asume las densidades de la materia, lo entrañable, lo inherente a las sustancias que pertenecen a lo insondable del piélago viviente. Ibarra dice: “El mar vive y piensa, todos los nacidos en su orilla lo saben”. Al asumir el tópico de lo visceral y entrañable gravita en lo que llama García Usta, La magia común.

Debió existir entre Ibarra y Rojas Herazo, un ambiente de charlas, disquisiciones filosóficas, diálogos compartidos donde sobreabundaban imágenes que ilustraran el peso y la presencia de lo visceral y lo denso.

El mar es una constante que golpea el pálpito del poeta, lo persigue y lo invade: se le vuelve imperioso, hasta llevarlo a exclamar: “Madaliena, nado en el mar de la locura, tumbando delfines exiliados”.

Existe en la alta poesía de Gustavo la sucesión de la cotidianidad: sus orígenes, ceremonias y rituales no sólo están narradas, son rodadas; son narradas, sí, pero con la técnica del cinematógrafo. La cámara filma en picado y contrapicado; narra en traveling y en paneos: aspersiones y pertenencias; la cámara se mete en los resquicios del mercado para encuadrar un Clouse up del destasamiento de una res, y se retira de ellos para encuadrar una toma panorámica de los Atrios de las iglesias, la sombra espesa de los edificios públicos, de los pórticos de los hospitales y de los hospicios y manicomios.

No es gratuita la técnica cinematográfica.

El poeta Ibarra tiene como eje de su poética la visión de mundo cristiana. El suyo, es un discurso pesaroso y de ofrenda a Jesús Cristo, el hombre y el Dios; lo desnuda en el cieno de las lamentaciones y le canta en su aureolado espacio de luz inenarrable. Para él, cantar la condición de Dios es un oficio de tinieblas.

Esta síntesis maravillosa: el cineasta, el filósofo, el poeta, el teólogo, el hombre, a través de su obra, siempre está con nosotros.

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